viernes, 11 de enero de 2013

LA CITA

Detuvo su vehículo cuando la luz del semáforo dio el rojo, aprovechó la pausa del momento para acomodar el espejo retrovisor, revisar que el delineador de ojos no se hubiese corrido y que el labial fresa siga resaltando sus carnosos labios. Si bien no le extrañó demasiado que su novio la haya convocado tan repentinamente a un encuentro, después de todo el muchacho solía ser una caja de sorpresas, tenía muchas incógnitas por el motivo de aquella misteriosa cita. En su mente comenzaron a divagar las ideas más dispares, tal vez su novio quería formalizar la relación, eso era factible, hacía unos años que habían iniciado el noviazgo y pensar en irse a vivir juntos no sería ninguna locura, él tenía un buen pasar económico, ella trabajaba y estudiaba a la vez, el proyecto de vivir juntos era algo lógico. Alguien le tocó bocina haciéndole señas para que mueva su auto, el semáforo había cambiado de color hacia varios segundos.
Continuó con su marcha hacia el lugar acordado, las dudas seguían invadiendo su cabeza, ¿Para qué me habrá citado? ¿Por qué no me lo dijo por teléfono? ¿Qué necesidad encontrarnos tan lejos? ¿Y por qué tanta insistencia en la puntualidad? Entonces se le ocurrió que tal vez él querría terminar con la relación, sonaba probable, buscar un ambiente distante, ninguno de los lugares donde solían encontrarse para pasar buenos momentos. Por supuesto, tenía que ser eso, él ya se habría cansado de este noviazgo, recordó una pelea que habían tenido hacía solo unos días, no fue nada serio en ese momento, pero al recordarlo se detuvo en los pequeños detalles, recordó cuan molesto se sintió él y como habían discutido, pero después se reconciliaron de la mejor manera, entonces no podía ser aquella discusión un motivo para terminar la relación. Su corazón comenzó a angustiarse y a medida que conducía con destino al lugar la ansiedad crecía más y más.
Apenas faltaban unos pocos metros para llegar a aquella esquina donde la había citado que una aglomeración de autos no permitió que continuase con su marcha, pensó que se trataría de un embotellamiento pero pronto descartó la idea, la presencia de luces rojas y azules indicaban que se trataba de un accidente, ¡Justo en el lugar del encuentro! ¡Qué complicado seria encontrar ahora a su novio! Se detuvo detrás de la gran cola de autos que tocaban bocina reclamando por el paso bloqueado, sacó su celular y lo llamó por teléfono para preguntarle si ya había llegado, pero no contestaba, sonaba y sonaba, pero nada. Comenzó a inquietarse, decidió bajar del auto y dirigirse de a pie hacia el punto de encuentro, veía a la gente alborotada y curiosa en sus autos, las sirenas que sonaban y las luces de una ambulancia que marcaban el drama el momento.
Una profunda expresión de horror reflejó el rostro de la muchacha al ver que el auto accidentado no era otro que el de su novio, corrió rápidamente en dirección hacia el vehículo pero no pudo llegar hasta él, dos policías la detuvieron a centímetros del auto destrozado, le dijeron que ahí no había nadie y le preguntaron a quien buscaba, con la voz entrecortada por la agitación y la desesperación, dijo el nombre de su novio quien era el propietario de ese auto, entonces los uniformados le dijeron que el muchacho que había tenido el accidente estaba siendo atendido por varios paramédicos en donde estaba la ambulancia.
Allí se dirigió la chica acompañada por uno de los policías que intentaba contenerla en su desesperación, pero en vano fue todo, cuando llegó al lugar, el cuerpo de su novio estaba inerte sobre una camilla, bañado en sangre y con la ropa totalmente rasgada. Los paramédicos se apresuraron a hablar con la muchacha diciéndole que habían intentado revivirlo pero nada pudieron hacer, el accidente había sido fatal.
Una multitud conmovida rodeaba la dramática escena, la chica llorando sin consuelo, gritaba al viento cuanto amaba a su muchacho y cuanto lamentaba que hubiese partido.
Entonces, abriéndose paso entre la complicidad de los espectadores, el novio de la chica caminó con sus vendajes colgando, las manchas de sangre en el cuerpo y un ramo de rosas rojas entre sus manos, llegó hasta ella que se encontraba de espaldas, poniéndole una mano en el hombre la dio vuelta y le dijo mirándola a los ojos:
- Amor, todo esto fue un simulacro, quise que sintieras por un minuto nada más lo que sería tu vida sin mí. Quería saber cuánto me amabas y elegir este momento para proponerte que nos unamos para siempre. ¿Aceptarías casarte conmigo?
La muchacha, apenas saliendo del estupor, gritó con toda alegría: ¡Estás vivo! Lo abrazó y besó con desesperación, entre risas y lloros le dijo que lo mataría ella misma por lo que le había hecho. Volvió a besarlo y la respuesta a la pregunta de su chico fue un sencillo y rotundo: Si, acepto.

Inspirado en una historia real.
Fuente: Un lugar en el Mundo (Guille Silva Pilar)

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